Saturday, March 7, 2015

NO PUDE VER LA CABEZA

No pude ver la cabeza
de quien mató al avestruz,
y no quise dar la cara
cuando a mí me salió cruz.

Fui el picante de la cena
y aparté los jalapeños.
Me acosté con la noche
y la embaracé de sueños.

Aparté la vista al alba
y la oscuridad me vio.
El ciempiés tendió su mano
y el tullido la mordió.

Cundo me fui para siempre,
tuve miedo de voltearme.
Al volar sobre las nubes,
no quise al cielo acercarme.

Al gran amor de su vida
halló el gato en la basura.
Me fui a besar a escondidas
y me cambió la estatura.

En la horca, tras mi mueca,
sacaron al cuello jugo.
"Me llamo amor, así, a secas" ,
dijo el dolor al verdugo.

MALENTENDIDOS


Dices agua, entiendo ahogo. Digo pozo, entiendes hueco.
Digo luego, entiendes nunca. Dices paz, entiendo espacio.
Dices tiempo, entiendo prisa. Digo frío, entiendes seco.
Digo cama, entiendes sueño. Dices ya, entiendo prefacio.

Dices libre, entiendo exhausta. Digo poco, entiendes basta.
Digo cuerpo, entiendes sexo. Dices lengua, entiendo asco.
Dices muerde, entiendo come. Digo limpia, entiendes casta.
Digo lluvia, entiendes baño. Dices para, entiendo atasco.

Dices ven, entiendo ausencia. Digo pera, entiendes olmo.
Digo perla, entiendes cerdo. Dices grito, entiendo histeria.
Dices piel, entiendo playa. Digo trata, entiendes colmo.
Digo busco, entiendes falta. Dices vende, entiendo feria.

Digo meta, entiendes deuda. Dices calla, entiendo ofendo.
Yo en silencio, entiendes todo. Nada dices, ya te entiendo.

CUANDO SEAMOS VIEJOS

Cuando seamos viejos, me voy a orinar encima
cada vez que me digas algo gracioso,
y me secaré con algo de talco y harina
el pantalón, que se estará cayendo a trozos.

Olvidaré dónde es que dejé los lentes,
y tú no sabrás dónde va la costura.
Llamaremos a los niños "delincuentes"
cuando se burlen de mi dentadura.

Y caminaremos a ver las ardillas
correr huyendo de perros atados,
regañando por atrapar colillas
de cigarro a nuestros nietos malcriados.

Y de vez en cuando nuestras voces frágiles
querrán juntas cantar nuestra canción,
y cuando tus piernas no sean tan ágiles,
las mías te servirán de bastón.

CREO EN TI

Creo en ti, como creo en los colores
Que en mis ojos se deslizan seduciendo mis pestañas,
Y creo en la distancia, mas prefiero no demores,
Pues echar de menos es decir que el corazón extraña,
Y mi boca no descansa ahuyentando detractores,
Y mi piel no se conforma con pasear por mis entrañas.

Creo en ti que te me esfumas hacia lo desconocido,
Con los días misteriosos de un silencio maltratado,
Agarrado fuerte a las montañas de un río perdido,
Secuestrando fantasías de los duendes rescatados,
Mientras llaman las farolas a pensar en los Cupidos,
Y el asfalto de la tierra a echar piedra en el pasado.

Creo en ti, en los almanaques que me acuñan las esperas,
Y en las hojas que no arranco por no atar al tiempo muerto.
Creo en las noches rebeldes que maltratan las banderas,
Pero sólo si en tus sueños me encuentras de pie y despierto,
Y enseñas los colmillos defendiendo ante las fieras
Marineras ignorantes que no llegan a mis puertos.

Creo en ti, y en las tierras que cosechan la paciencia,
Y en tu ejército de adioses que a nadie matan jamás,
Y en mi futuro, en el tuyo, y en lo que va detrás…

Créeme a mí, que en mis alas se hizo fuego tu inocencia.

MANOS MOJADAS (Haiku)

Manos mojadas.
El charco le agradece
por la caricia.

Frank Nájera©

LOS VERSOS Y EL CUERPO

El carácter de la poesía depende
del órgano que la inspira.

Del hígado salen versos agrios.
De los pulmones, oxigenados.
De los brazos, flexibles.
De las piernas, huidizos.
De la mente, contemplativos.
De los ojos, observadores.
De los oídos, armónicos.
De los labios, elocuentes.
De los riñones, desechables.
De los genitales, eróticos.
Del corazón…
Del corazón salen todos los demás.

Frank Nájera©

FINGIDO


Abre sus ventanas y callada espera.
Va a llover y en el cristal se siente ardor.
Un débil, tímido gemido se libera
como un preso que hoy no quiere ver el sol.

Cabalgan los salvajes, y un jinete
aprieta mucho la montura a su corcel,
que no emite queja alguna, y el machete
de su amo parece rozar su piel.

Ella se voltea y mira hacia la nada,
mientras la batalla sigue a sus espaldas,
y, cual medicina fiel encapsulada,
va aliviando la tensión sin fuerza de alba..

En un instante, desesperación tardía
y esperanza buscan el punto perdido,
pero el orgullo cae ante la fría
palabra azul que no llega al oído,
y es inútil ver placer en la agonía
de agotar un cuerpo hambriento y mal querido.

Se desata la carrera hacia la meta,
pero sin aliento, se detiene el paso.
Justo antes de llegar, el gran atleta
como de costumbre, cae hacia el asfalto.

Y como ritual fácil, conveniente,
en el simulacro se activa la alarma.
El incendio detona la bomba ausente
y sin causa, exagerado efecto es karma.

Y siempre la más clásica respuesta
a la sonriente, ingenua y gris pregunta:
¿Te gustó? Claro, mi amor Y ella se acuesta,
abortando el llanto que el dolor fecunda.

Frank Nájera©